Impresiones de los primeros días sin fumar

Imagen de Anoia
Anoia
12 Mayo 2018

Los días previos a dejarlo, cuando el hecho aún era una mera idea que estaba empezando a considerar y, por tener alguna información y practicar el idioma me registré en una web del gobierno alemán, www.rauchfrei-info.de; que sin ser ninguna maravilla te obliga a establecer una fecha para dejarlo no superior a 21 días después, lo que generó un compromiso conmigo misma del que carecía. También sirve para llevar el conteo de cigarrillos y te da consejos preparatorios diarios de cómo afrontar los retos de antes y después de dejarlo (y un foro, pero estas cosas uno necesita contarlas en lengua materna).

Leyendo sobre las distintas fases (pre-contemplación, contemplación, preparación y acción) me di cuenta de que llevaba años en la fase de contemplación y sin saberlo ya había dado muchos de los pasos de la siguiente: saber cuánto y cuándo se fuma, controlar el número, limitar los lugares y contextos para fumar, cambiar algunos hábitos etc. El test me daba una dependencia media, porque casi todos mis cigarros se concentraban en las horas de la mañana. Leí experiencias de fumadores en blogs y vi que muchos lo habían dejado con pura voluntad tras muchísimos años a dos paquetes diarios y pensé que si ellos podían lo mío tenía que estar chupado. Me vi tan motivada... sabía que aquella buena disposición no duraría demasiado, porque suelo alternar momentos de impulsividad con periodos de desidia, así que aproveché el tirón para adelantar mi fecha.

Fumé el último cigarro el miércoles, 25 de abril, sobre las 21:00. Solo el pensar que después no habría más me generó cierta ansiedad; lo agoté hasta el filtro y no me supo bien, como cuando fumaba más de lo acostumbrado.

(Estas son las impresiones que fui anotando los primeros días, las publico en varios posts para no hacerlos demasiado largos)

Primer día sin fumar

No sé por qué, pero de las experiencias que había leído estaba convencida de que el proceso sería una sucesión de momentos con ganas de fumar, que tendría que superar, asociados a aquellas veces en que fumaba; esto es, tantos momentos de ansiedad como cigarrillos solía consumir, pocos, y que si los aguantaba unos minutos el resto del día estaría bien; pero no se parece a eso para nada. Cuando fumaba era más fácil aplazar un cigarro, porque sabía que después iba a tener uno de todas formas. Ahora es una sensación permanente que no desaparece, la impresión de que me falta algo, de que las cosas están incompletas. Como cuando comes y te apetece postre, que si no lo tomas parece que no terminas de quedarte a gusto, pero prolongado en el tiempo y con absolutamente todo. Después de cada comida, en los descansos entre horas de estudio, cuando me aburro, después de un capítulo de una serie. En general, al terminar cualquier actividad, esto es, los descansos, pequeños espacios propios de paz entre el agobio de "lo que hay que hacer".

-Sufro una desazón continua, nerviosismo, necesidad de mantenerme haciendo algo, especialmente con las manos. El tiempo pasa muy, muy despacio, los tiempos muertos entre tareas son duros, simplemente no sé qué hacer. Las tareas para desviar la atención como limpiar o recoger no terminan de ayudar, porque son actos muy automatizados, dejan demasiada vía libre para pensar mientras los haces. Es más fácil cuando hay que hacer algo fuera, ya estaba acostumbrada a no fumar en esas situaciones. Creo que si trabajara en una oficina o tuviera que ir a clase me sería más sencillo.

-No he salido al balcón, que es donde solía fumar, temo que me den más ganas. Solo deseo que pase el día, no he disfrutado de nada. Sólo he conseguido olvidarme por un rato en fisioterapia, hoy era mi última sesión  y en un ratito de bici por el parque.

-Una hora después de acostarme me desperté de golpe, muy agobiada, fue parecido al inicio de un ataque de pánico pero lo corté de golpe. No tuve más problemas para dormir.

Segundo día sin fumar

-Me he levantado bien, sin sueño, respirando profundamente, sin los mocos habituales. El desayuno me ha sabido mejor que otros días, debe ser cierto que mejora el sentido del gusto. Pero al terminar el café y pensar en las cosas del día fue como si se contrajeran de repente las vías respiratorias y tuviera que respirar por un tubo muy fino. Ansiedad.

-Tengo hambre a todas horas; intento aplacarlo con té y chocolate negro de 85%, que además de ser mi favorito tiene menos azúcar, pero enseguida vuelve. Me han empeorado mucho las hemorroides, no es un tema bonito, pero qué le voy a hacer, como en los anuncios, "deja de sufrir en silencio".

-Uno de mis versos favoritos de Garcilaso "Cuando me paro a contemplar mi estado", es la enunciación perfecta de lo que hago de continuo, pensar en lo que fue, lo que no fue, lo que debía haber sido y lo que quizá será. Se me hace dificilísimo actuar, y ahora que tengo el run-run del cigarro en la cabeza eso no ayuda nada. Dicen los psicólogos que cuando piensas que haces algo tu cerebro reacciona como si ya lo hubieras hecho de verdad, por eso la novela ya la hizo el fantasma en tu cabeza y no hay necesidad de sentar el culo para escribir en el más acá. Pienso en fumar y pienso en resistir como alternativa a fumar, y así pasan las horas.

-Tengo que estudiar para la UNED y mil cosas más. Ya me estaba costando ponerme a ello antes de dejarlo, ahora se me hace casi imposible sentarme y dedicar media hora seguida a una actividad mental. Por la noche he ido al cine con mi marido, que al precio que está me lo concedo como premio; nada más empezar los anuncios sale uno de mi marca de tabaco habitual, estupendo. Después de la peli me iría a tomar una cerveza, pero me imagino deseando un cigarro y sintiéndome miserable, prefiero volver a casa.

Razones para dejar de fumar:

 Escribir me ayuda, ocupa las manos y el pensamiento, y hago muchas listas, es una terapia/forma de procrastinar sin remordimiento que llevo muchos años empleando cuando me siento atascada en algo o no sé qué hacer. Te suelen recomendar que elabores una lista de razones para dejar de fumar (y que la lleves siempre contigo para leer en los malos momentos, visto fríamente es un poco ridículo, la verdad). Así que hice la mía:

  • Vivir más y con mejor calidad de vida: esta es la causa más obvia y supongo que compartida. Digamos que ya no veo tan lejos ese momento en que me queden más años vividos que por vivir.
  • Demostrar y demostrarme capacidad de afrontar problemas y, sobre todo, de tomar control sobre mi vida.
  • Correr sin asfixiarme. Esto es una hipótesis a prueba. La cosa es que hago muy poco ejercicio y he sufrido tanto en mis últimos intentos que ya directamente ni me molesto. Pero cuando estaba en el que se supone debía ser mi mejor momento físico, con 20 años y corriendo 8 kilómetros diarios, ¡sufría igual!, no podía respirar por la nariz ni controlarme con un pulsómetro porque pitaba nada más empezar, hasta en reposo a veces; tampoco podía conversar durante el entrenamiento, ni a trote cochinero. Mis marcas mejoraban porque mi musculatura era más fuerte, mentalmente conseguía prolongar la carrera o dar zancadas más largas pese al sufrimiento, pero este no desaparecía, siempre corría asfixiada desde el primer minuto y es algo que me reconcome. Pasé casi dos años entrenando a diario hasta que, por una sola vez y una sola carrera, alcancé esa especie de "estado zen" del corredor, en el que notas que todo, músculos y respiración, se sincronizan en perfecta armonía; es una sensación que no he vuelto a tener nunca. Pero bueno, a estas alturas no estoy por ponerme a correr maratones, solo mantener un trotecillo constante sin la sensación de que me va a dar ataque cardíaco ahí mismo.
  • Mejorar concentración. Dejar de fumar causa problemas de concentración, debido a la ansiedad, pero es que yo ya sufría ansiedad diaria al controlar el número de cigarros, retrasando el siguiente con requisitos tipo "hasta que no estudie dos horas no fumo". Cualquier actividad mental mínimamente exigente tenía siempre esa línea de pensamiento en segundo plano: "a ver si llega ya la hora del descanso", "huy, qué hambre tengo, voy a por café y a picar algo", "mira, un Whatsapp mi madre, voy a chatear un rato con ella"... todo esto lo hacía fumando, claro.
  • Reducir la ansiedad: al menos la que viene causada por la abstinencia del cigarro, que espero desaparezca tarde o temprano.
  • Tomar la píldora. Debo tomarla por prescripción médica y no lo hacía por fumar. Aparte de los mil efectos secundarios inherentes al chute hormonal, fumar en combinación con la píldora, especialmente a partir de los cuarenta, aumenta en gran medida las probabilidades de una trombosis.
  • Dientes blancos: nunca me han preocupado en exceso en tanto se mantengan sanos, pero con los años y pese a las limpiezas anuales se empieza a notar ese tono amarillento que da un poco de repelús
  • Ejemplo para mi hija: no estaba muy alto en la lista porque no creo que mis hábitos sean un factor decisivo para ella frente al peso de otros elementos como la tolerancia social o el entorno de iguales. Además, pensaba que, bueno, si llegaba a pasar tampoco era tan terrible, siempre estaba ahí la posibilidad de dejarlo tempranamente. Yo he consumido otras drogas, he tenido incluso una época de beber bastante más de lo considerado "social", y sin embargo hoy día no me cuesta en absoluto no consumir o tomar solo unas cervezas de vez en cuando. El problema es que de lo que leo empiezo a sospechar que, cuando algo ha llegado a convertirse en adicción, nunca retornas al estado anterior, que ese vacío se queda ahí contigo, por eso hay quien lo deja una década y aún así vuelve a caer. Ante ese panorama y dada la facilidad para volverse un adicto, el mero hecho de empezar es una condena a perpetua. Niños, no fuméis.
  • Valoración social: No es ya que fumar, antes algo tan transversal, hoy se catalogue como poco menos que puro incivismo equivalente a mear en la calle, ahora es también una marca de estatus social, cada vez más ligada a las clases bajas, que ya sabemos lo bien que se las trata en todas partes.
  • Por la parte económica la verdad es que poca motivación tenía, pues según mi contabilidad casera gastaba de media unos 15 euros al mes, mucho tiempo iba a necesitar para llenar una hucha.

Tercer día sin fumar

Efecto positivo inesperado: sexo espectacular, ni cansancio ni presión en el pecho. Habrá a quien esto le asombre, pero yo en momentos de audacia y entusiasmo singular he tenido hasta mareos, de los que parece que te vas a quedar en el sitio.

He dejado fluir el día haciendo más bien nada, como es fin de semana me lo puedo permitir sin mucho remordimiento. Un ratito tumbada en el parque con una cerveza de trigo. Estoy contenta, pensé en fumar, pero lo llevé bien.

Cuarto día sin fumar

-La sensación que más me asombra de este proceso, por frecuente e inesperada, es la TRISTEZA, una tristeza enorme e incomprensible. De verdad que abandonar el cigarro es como un duelo. Cualquiera diría que es el tabaco el que me ha dejado a mí y no al revés.

-Hoy me han sorprendido varios olores fuertes en el baño, a químicos. Después de mucho mirar me di cuenta que venían de las toallitas húmedas, aunque están dentro de una caja de plástico cerrada y los algodones de la papelera con restos de potingues varios. Nunca me había dado cuenta de que olían así.

-Lo del sentido del gusto es raro, no es ya que algunas cosas sepan mejor, es que otras directamente saben distinto, como si las probara por primera vez. Creo que cocinaba con demasiada sal.

-Sigue la desazón, me obsesiono leyendo y releyendo páginas en internet, diarios digitales de ex-fumadores y foros. He encontrado uno particularmente interesante, una mujer que lo dejó con pastillas en su tercer intento (Nota: me refiería a esta web, claro), me gusta porque explica sus vivencias día a día, sobre todo al principio, y, particularmente, lo que piensa. No se centra tanto en los síntomas físicos, sino más bien lo que le pasa por la cabeza. También hay un foro con posts interesantes. Me ha tranquilizado un poco leer esto:

http://www.miluchacontraeltabaco.com/blogs/lucho65/seguimos#comments

[...] Me llamó mucho la atención esta Navidad, despues de una buena cena, como una familiar que lleva más de 20 años sin fumar.- y fue un fumador empedernido.- como trás el postre y los fumadores encender un descomunal COHIBA, como se le quedan los ojos en blanco y se relamía los labios e incluso les pide que le dieran uno. Le duró apenas unos segundos. Debo ser claro con vosotr@s. Yo por lo menos, tendré que estar "al loro"toda mi vida.
También un chico, comentaba en un foro de intermet, que después de 8 meses ó 1 año sin fumar.- creo recordar.- que ya no se acordaba del tabaco. que para él era como si viera una anuncio de Mcdonald y le apeteciera comer una hamburguesa. Enseguida desechaba la idea y seguía su camino. Me animó bastante.

Hola,

yo creo que la descripción de ese chico es buena; lo que me dicen mis siete años sin fumar es que nunca lo olvidas, pero nunca lo deseas; te viene de vez en cuando la idea a la cabeza, sobre todo si ves algo que te lo recuerde, o si te vuelves a poner en una situación en la que siempre fumabas y en la que no has logrado crear un hábito nuevo, pero no te cuesta nada decir que no; de hecho, ni siquiera te lo planteas en serio; solo es como un recordatorio para uno mismo: "¿ y si fumara uno?", "no, yo no fumo", y ahí se acaba.
Estoy leyendo lo que estáis comentando y ahora tenéis mucha prisa, todo el mundo la tiene, que conste, en saber cuando va a abandonaros el deseo de fumar, si son dos, tres meses, o años, o toda una vida; y creo que cuando los "viejos" decimos que dura siempre estamos creando una imagen errónea, muy dura, muy esforzada de lo que es el camino del no fumador.
Veréis, hasta donde yo puedo contar por mi experiencia; el deseo fuertísimo de fumar, lo que llaman craving, dura muy pocas semanas, no es uniforme, y depende de cada persona, y es mejor no decir si son cinco o diez, pero son pocas, muchos de vosotros ya debéis estar entrando en la fase siguiente; después aparece el deseo acostumbrado, es lo que hicimos siempre, son nuestras manos, nuestro cuerpo, el que va a por el tabaco; eso dura un poco más, hasta que creas nuevos hábitos y nuevos automatismos, pero esa fase no es ya tan intensa, es molesta pero no "duele", es más larga, pero cada día notas con claridad que vas mejorando; tampoco voy a dar cifras porque no las sé, pero si tuviera que aventurar algo, diría que sobre los seis meses, (como siempre, por favor, entendedlo así, cada persona somos un mundo diferente, que nadie se asuste si llega antes o más tarde).
Y después está el resto de la vida, somos fumadores "en excedencia", y así queremos seguir siendo; y NO ES DIFÍCIL, es cierto que hay que estar atento, que a veces te sorprende la intensidad momentánea del deseo que aparece después de años (y desaparece en instantes), pero se vive con normalidad, sin sentirse mal.
Que nadie piense que la vida del ex-fumador es una vida de represión, para nada; todo lo contrario, es una vida de ilusión, y de autoestima alta (en este tema, tampoco nos convertimos en superhombres o supermujeres), nos hemos limpiado por nuestros propios medios, con nuestra propia y exclusiva fuerza, y eso gratifica y justifica lo mal que lo hemos pasado en su momento.
Perdonad por el tocho, no sé si lo he conseguido pero quiero transmitir un mensaje de optimismo, después de un breve camino de dureza, viene un largo camino de tranquilidad, hay que seguir andando, pero se respira bien.

-He leído que es difícil, pero quiero controlar el peso. Pasé una década viendo sin demasiados dramas cómo cada año ganaba un kilito que nunca se iba, pero ya con 73 kg empecé a controlar ciertos hábitos y alimentos; bajé lentamente a 68 y aún estaba en proceso. Ahora siento un hambre voraz que no se va, tengo que aprovisionarme de infusiones y acostumbrarme a tomarlas sin azúcar o voy a salir rodando.

-El cuerpo me pide deporte para soltar esta ansiedad, pero tengo miedo de desmotivarme si voy a correr y me asfixio como siempre. En el parque el ayuntamiento va a poner todas las tardes un monitor haciendo algo: pilates, yoga, etc. La verdad es que no tengo excusa, es gratis, está cerca y son actividades suaves.

Hace mucho que no escribo fuera de lo académico, ni siquiera para mí, lo echaba de menos.