Dejar de fumar o diversificar el placer

Dom, 10/01/2016 - 23:37

Hace casi tres meses que dejé de fumar.

Me está doliendo mucho. Veinte años de gran fumadora pesan en lo más profundo, no sólo de los hábitos, sino de la conciencia. Porque toda la frustración siempre iba a esfumarse en un cigarro. Las inseguridades desde la adolescencia, los dolores emocionales, los fracasos, las faltas, la ineludible y constante autocrítica; se convertían siempre en ceniza.

Ya hace algunos años que el tabaco empezó, a su vez, a hacerme sufrir: bronquitis medio invierno, inhaladores, noches de toses y ahogos, en fin, las consabidas consecuencias, me obligan a alejarme de la substancia que antes me curaba, porque ahora me daña también.

Dejarlo ha supuesto abandonar el ilusorio y monótono placer con el que solía combatir todos los dolores... un placer que en definitiva substituía también muchos otros placeres posibles, porque simplemente, dejas de tener que ir a buscarlos o los acabas ahumando. Comer algo bueno, salir a la ventana y mirar el paisaje, respirar aire puro, darte un buen baño de sales, abrir ese vino ceremonial para leer a tus poetas, preparar un smoothie de frutas, ponerte una crema de perfume sutil... Todo estaba subyugado al pretendido gran placer.

Dejarlo es negarte a ti misma esa cómoda dosis de serotonina que te proporciona el cigarrillo. Es duro porque significa renunciar a obtener la química percusora de la felicidad. Si el hedonismo es consustancial al ser humano, si es cierto que estamos programadas para buscar el placer... cómo de inhumano es abandonar esa práctica fuente de felicidad a pequeños sorbos, que consigue aplacar, aunque sea momentáneamente, todos los diversos dolores de la vida que a cada una nos ha tocado soportar?

Además, dicen los estudios que la adicción al tabaco produce cambios en el cerebro que inhiben a largo plazo su capacidad para producir serotonina. Es decir, que dejarlo significa enfrentarte a la posibilidad de que tu escurrido coco de adicta no sea ya ni siquiera capaz de suministrarte la mínima felicidad.

¿El antídoto? Sólo se me ocurre que la mejor forma de soportar los días debe de ser invertir toda la energía que me deja el "craving" en buscar otros caminos para la felicidad. Aunque después de tantos años esté oscuro y hayan crecido los hierbajos, me he convertido en una pequeña buscadora de placer(es) distintos. Intento diversificar los inputs que me puedan ofrecer sensaciones agradables para experimentar y, cuando puedo, disfrutar de andar en círculos, de estar perdida. Es lo que llevo tres meses haciendo con toda mi fuerza de voluntad, y mi fe en mi misma. Y de paso, mientras invento placeres, intento quererme más, creerme más. Temblando...continúo.  

Hasta hoy va funcionando...Coraje a quienes empezáis, admiración a quienes continuáis, ánimos a todas!